La escasa información documental y arqueológica y el amplio vacío historiográfico que ha recibido la etapa visigoda en nuestra región ha supuesto la ausencia de un estudio más exhaustivo y amplio sobre el conocimiento de estos pueblos, que vinieron del centro y norte de Europa tras el abandono, crisis y posterior desaparición del imperio romano allá por el siglo V d.C. Esta falta de referencias relacionadas con nuestro camino nos plantea la necesidad de exponer todos los hechos e indicios que vincularon a estos pueblos que habitaron la península desde mediados del siglo V y comienzos del siglo VIII, con la posterior fundación y afianzamiento de nuestro Monasterio de Guadalupe en el siglo XIV.
Y es que nuestro itinerario peregrino toma el nombre del período del principal centro religioso que queda actualmente en nuestra región, la basílica de Santa Lucía del Trampal de Alcuéscar, de etapa visigoda. Todos sabemos que la patrona actual de nuestra región es la Virgen de Guadalupe, pero no siempre fue así. En tiempos prerromanos se rindió culto en esta zona a la diosa Ataecina, a la que se representaba en forma de cabra. De esta diosa tenemos numerosos epígrafes en la región y la mitad de todos los existentes se encontraron aquí, en Santa Lucía del Trampal.
Ignoramos cuáles serían los motivos que traerían peregrinos en la antigüedad a estos parajes, aunque dado el carácter vengador de la diosa bien pudiera ser para pedir el castigo por algún robo, como aparece en la placa de mármol del museo de Mérida, en la que se invoca el castigo de la diosa para el autor del hurto, y como parece insinuarse en una de las inscripciones de Santa Lucía.
La basílica posee la peculiaridad junto con Guadalupe de ser santuarios de difícil acceso, tal vez buscando el misticismo de lo oculto entre las ramas de profundos bosques, dando mayor énfasis al carácter sagrado de estas divinidades a las cuales sus fieles encontrarían en una suerte de peregrinaje iniciático las razones de su búsqueda espiritual.
Este camino no se entendería sin el legado que dejaron estos pueblos visigodos venidos del norte, ellos trajeron el derecho explicitado para el desenvolvimiento de las comunidades existentes, no son guerreros, pero sí influyentes, pero se equivocaron y tuvieron que desaparecer, quedando su impronta a lo largo de nuestro camino, en forma de estructuras arquitectónicas de gran simbolismo, restos arqueológicos, diferentes escritos y leyendas.